miércoles, 19 de diciembre de 2007

Vampira



Ningún hombre me ha querido prestar su cuello para sacarle sangre. Todos han puesto un pero. La sensualidad de sacar vida desde un lugar tan terso y primitivo como el cuello me excita. Así matan los depredadores. Muerden, rompen la yugular y destrozan la tráquea. Lo mío es más suave. Pasar la lengua y limpiar el sitio del suceso. Aprovechar ese momento en que él está indefenso. Un acto de fe que me calienta. Una posesión de piel, sangre, muerte y vida. El sexo sólo llega a ser una conclusión erótica de un cuadro ya erótico. Entre las sombras de nuestros cuerpos, entre las sábanas deshechas, la sangre funde un pacto sin trascendencia más que el placer de ser ama. La depredadora. No busco esposo ni novio. Busco un instante, un espacio que ilumine mi abominación como si una estrella destellara en mi pieza con un rojo oscuro y tibio. Probar la sal de la sal. Más sal después del sexo, más fluidos después de los fluidos. La vida sintetizada entre sudores y el acto primordial de una mordida ardiente.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Juego Sucio


Me vengué con el viejo que iba parado en el pasillo de la micro 14. Nunca viajo en micro pero necesitaba dar un paseo, no estar oprimida en el colectivo. Que hubiese aire mientras viajaba. Al viejo sucio lo reconocí a la primera. Una vez que subió miró en panorámica y se quedó en mis piernas. Hurgando para tratar de ver más arriba de la basta de mi mini de jeans. Yo sé que todos los hombres son calientes. Las mujeres igual. Pero hay un tipo de mirada que más que asustar asquea. Y como mi estúpida pareja me dejó, calenté al viejo para tener el poder por un rato. Dolorosamente. Con la rabia del rechazo. Abrí mis piernas para que se viera lo justo. Quizá el color de mi colaless. Pero en la mayor parte sólo sombras. Me corría un poco hacia adentro del pasillo, buscando con mis piernas las piernas del pasajero de la ventana. Y el viejo se corría para seguir sobajeando sus ojos conmigo. Entonces recordaba los ojos de Roberto y esa ternura pérdida que me llamó la atención. Me molestó reconocerlo. Y seguí provocando al viejo que con una mano se sostenía de la barra del techo de la micro y con la otra se tapaba la erección aumentando el bulto de su bolsillo izquierdo. Una sensación de vacío me hizo comprender que no podría vivir así. Odiando. Seca por fuera y por dentro. Una vez nos masturbamos con Roberto desde el chat, a pura imaginación, como debe ser. Las palabras nos mojaban y en cada tecleo más me sentía conectada. Como si fuese una contradicción hermosa. Pero estoy pasando la esquina donde debo bajarme. Me paro bruscamente. El viejo se asusta porque lo miro a los ojos. No sé qué le digo con la mirada. Saca su mano del pantalón y se pone rojo. Esbozo una sonrisa y bajo de la micro. Vacía. Como subí.

martes, 23 de octubre de 2007

Nadie sabe

Me estuve volviendo loca. En medio de tres amigos. Mi amiga Mariana pololea con mi amigo Rubén, y Rubén se tira a Marcela. Ya aprendí hace mucho a no meterme. El tema es que soy amiga de los tres desde hace por los menos 10 años y los quiero a todos entrañablemente. Así es que me quedo calladita mientras todo sucede. Podría ser sólo una sapa más del lote de las aburridas, de las que no tienen vida pero no. Salgo mucho con ellos ¿podría decir por separado? Salgo sola con Mariana, y sola con Marcela y sola con Rubén. También salgo con Mariana y Rubén y con Marcela y Rubén. Y lo paso bien de todas formas. Seré una puta amistosa, cínica. No. Todos somos grandecitos y los signos están a la mano, lástima que cuando estás enganchada no los veas pero bueno, no es tan así. Marcela sabe de Mariana pero no viceversa. Si me preguntaran diría: pregúntale a él. Esa es la clave: la panorámica de los sentimientos la tiene Rubén. Y ellas no son sus títeres. Alguna vez fui un títere, pasó algún tiempo hasta que pude ver en conciencia y decidí ser títere. Hasta que todo acabó ¿así será siempre?
Salimos del condominio donde vivo junto a Gonzalo y su señora, Sofía. Nos acompaña Rubén. Casi al llegar a la puerta se nos adelanta una hermosa jovencita, de unos 18 años, vestida de negro, elegante, voluptuosa. Rubén la mira como el mandril alfa que quiere a una mona de la camada, Sofía se impacta y yo hago muecas gesticulando como si a Rubén le crecieran los colmillos. “Tú tienes una hija, Rubén”, dice Sofía. “¿Y?", responde Rubén. Y veo la crudeza de la realidad de la mujer en la cara de Sofía. Ve pasar a la niña y sabe que no puede competir, ve su sombra de juventud y sabe que por más cirugías que se pueda hacer, que por más que se cuide, la luz de los senos y la luz de las caderas y la luz de las piernas de la muchacha encandilan los ojos de los hombres. Entonces me veo yo y me asusto de esa premonición.

martes, 9 de octubre de 2007

Golfistas y cadis



Emilia, una amiga antigua, de esas que te encuentras después de harto tiempo y te reconoces y te conectas en pocos minutos, como si nunca hubiese pasado un pedazo de vida, me invitó a un asado. Nada qué hacer, viernes sin happy hours. Me animé. Era donde su amiga Nuri, ingeniera comercial de la norte que hablaba como si fuese una cuica de las más alcurniosas. Pero una raíz, una pequeña mueca falsa y enseguida podías saber que era de la provincia, que por el estudio había escalado alguna posición. No era para nada desagradable pero ese rasgo la hacía poco interesante, derechamente tonta. Los demás fueron llegando y ese mismo aire medio cuico, algo estirado y sin sustancia fue llenando el lugar. Emilia quizá era la única real en ese espacio. Me llamó la atención por qué se juntaba con esa gente si hasta en la luz más baja ella se veía distinta. La soledad, me dije, la misma que hoy me trajo acá. Entonces llegó German, apurado, como si viniera de algo intenso e importante o quizá como si quisiera que lo dejáramos descansar un rato después de una larga jornada. En su mano derecha traía algo. Al comienzo pensé que era un palo de pool o algo así, pero no. Un brillante y largo palo de golf se asomaba delante de mis ojos que a estas alturas ya estaban un poco desorbitados por el vino blanco helado que había bebido. German se sentó en el sillón moviendo sus brazos con efusividad mientras relataba cómo lo habían tratado de asaltar y con qué pericia había logrado zafarse del maleante a puros golpes de golf. Era entretenido, chistoso. Hasta que un rato después supe que era un empresario exitoso del sur que estaba instalando una empresa de ingeniería en la zona. Algo no me calzó al ver la cara sobre todo de Nuri que a su vez se esmeraba por parecer más refinada y cuica que antes. Bebí hasta que me sentí con sueño y me fui. A los tres días me reencontré con Emilia quién estaba muy nerviosa porque su pololo, un ingeniero de la pampa, estaba de cumpleaños y no había encontrado el regalo que quería. “Carlos juega golf y no sé dónde hay artículos de golf en Antofagasta”, me dijo. “Ubica a German, el del asado, él por lo que se vio juega golf también”, contesté. Emilia llamó a Nuri quien a su vez llamó a German quien recomendó fuéramos al Mall porque ahí habían artículos de golf. No sé cuántas vueltas nos dimos por ese maldito lugar. Cuatro a lo menos. Emilia llamó a Nuri. German esta vez no contestó. Nuri llamó a su amiga Rosa que ubicaba a German de la Xtres . Rosa le dio el número telefónico de la empresa donde trabajaba German porque conocía a otro ingeniero de ahí. “Aló”, dijo Nuri“. ¿Sí?”. “Se encontrará German García”. “Disculpe ¿quien dijo?”. “German García, el gerente”. “Señorita, el único German García que trabaja aquí es el junior pero en estos momentos no se encuentra”. Y Nuri lanzo un ramillete de chuchadas al aire perdiendo toda esa fineza que exhibió cuando la conocí en el asado.

lunes, 27 de agosto de 2007

“El no ser perfecta me hiere”*


Estuve el fin de semana, el sábado en la noche para ser más precisa, con mi amigo Roberto. Él es un soñador y a mi a veces me gusta soñar, me refiero, cómo decirlo, a que estar tan conciente todo el tiempo y sufrir de eso que llaman realidad me marchita. Necesito espacios letárgicos, de tontos o tontas olvidados o de esos seres etéreos que casi rozan el mundo. Como sea, fuimos al Pub Babilonia. “Pulgilonia”, como dice Roberto. Pasaron rápido los coments sobre nuestros vívidos y poco trascendentes sucesos eróticos, lo importante surgió de improviso, como todo lo importante, cuando Roberto me comentó sobre su idea de crear una marca de ropa para adolescentes. Partió diciendo que ya tenía el nombre y el concepto, cosa difícil según él que no es más que un periodista a mal traer que sueña proyectos que no realiza. Como tantos, digo yo. La ropa se llama “KUL”. Me dijo que era precisa porque contenía la contracción del lenguaje que se sintetiza en el chateo: “tres letras para comunicar efectivamente que eres bacán”, me explicó. Entonces le pregunté qué tenía esa ropa a parte de esa ensoñación de marca. “Es ropa, en verdad tengo la primera prenda recién, una polera ajustada para pendejas quinceañeras cuicas, la idea es poner en las prendas trozos de poesías famosas ancladas con motivos contemporáneos”. “Y cómo cresta es eso”, le pregunté. Y me lanzó el ejemplo de la polera que llevaba delante la imagen de una gran hamburguesa, debajo de ella la palabra ANOREXIA, y por la espalda un verso de una poetisa suicida que se llamó Silvia Plath. El verso decía: “El no ser perfecta me hiere”. Y Roberto arremetió, este modelo es sólo para pendejas ricas, esculturales, que se atrevan a mostrar gráficamente una cosa tan contradictoria como la búsqueda de la belleza y la perfección a costa de cualquier cosa”. Yo lo quedé mirando y me reí, ya iba en el tercer happy hour.

*Del diario de Sylvia Plath (Estados Unidos-1932/1963)

sábado, 4 de agosto de 2007

Picasso*

¿Por qué espero calmada en mi cama por si llega? ¿por qué no le digo nada cuando siento que tiene otras? Miedo. Miedo a que me diga lo que sé. Miedo a sentirme tonta porque desde el inicio sabía en lo que me metía. Pero claro, todas somos hippis hasta el tercer mes. Después viene la naturaleza humana, el egoísmo, la obsesión. Lo quiero sólo para mi. Para alguien libre como yo esto me pone muy mal. ¿Qué representa para mi? El muy cabrón, la seguridad hecha hombre. No puedo decir que me haya mentido o algo así. Pero cuando le deslizo cierta inclinación a que me diga si pasamos a la otra fase, se queda simplemente callado o me responde riendo: tú sabías desde el principio. Entonces prefiero seguir así porque el amor es así. O me consuelo creyendo que me cuido al enamorarme de hombres así. Me digo: jamás te casarás porque no crees en los picazos.

sábado, 28 de julio de 2007

Andaba Puteando


Andaba puteando. Qué otra. No hay dramas con ese asunto. Ya saben, elijo, cazo. Mis amigos, algunos entrañables y otros que parten como si nada, son muy chistosos. Patéticos algunas veces. Por eso son amigos nomás. Cuando necesito subir el ego los llamo, nos juntamos, me tratan de cuentear, me hago la interesante. Les doy hilo. Recojo. Lo corto. Después, con sus copetes encima, se ponen cariñosos. Yo les doy la largona suficiente como para que sepan que sólo es puro y santo hueveo.

Y cuando ya saben que no pasará nada, se ponen a hablar. Esa es la parte que me gusta. Le pregunto a uno “vos soy casao ¿qué onda hueón?”. “Na poh, en la variedad está la sabiduría”. Y otro responde “es que soy caliente nomás”. Encima a los estúpidos no les gusta ponerse condones. Claro, a ellos los papilomas no se le pasan a cáncer al pico. Lo peor son las lesas que caen. Las compadezco y las odio a la vez, por no cuidarse, por engrupirse con el sonsonete de "empresarios" que se encargan de diseminar en los pubs o las discos. Allá ellas.

Otros son campeones de las putas de clasificados. Las de los celulares, las que cobran cinco lucas por ir a la casa “para ver la mercancía”, dicen ellos. Si no les gustan pagan las cinco sin problemas. Claro, largos turnos, harta plata, y con el precio del cobre al precio de hoy y de algunos mañanas, uf.

He conocido más del oficio con mis amigos que con cualquier otra fuente. Pero bueno, no tengo otra porque a parte de mis pocas pero locas y buenas amigas, en general no les caigo bien a las mujeres, como diría ¿conservadoras? Y qué decir de las señoras de estos patéticos. Nada pues, yo ahí no me meto.

lunes, 15 de enero de 2007

Nones

El sábado fui a una fiesta de enganche. Pablo, un ex de hace mucho festejó un año con su polola. Me dijo que si podía llevara a una amiga porque habrían algunos minos solos.
Llegué bien arreglada como a las 23. Mi amiga tuvo un problema a último minuto Tenía hambre así es que me pareció súper bueno que Pablo no haya escatimado gastos en el cóctel. Creo que fue un gesto bello tanto para los invitados como para su simpática y hermosa polola.
Habían empanaditas de pino, muchos dulces y tutos de ala en una salsa muy sabrosa. Y claro, habían un par de tipos solos, además de una pareja amiga que fue con quienes en definitiva me quedé durante la noche.
Comencé a tomar vino y como a la tercera copa el cuerpo se me movía solo. La música no acompañaba. Habían grupos dentro de la fiesta. Los compañeros de trabajo de Pablo con sus esposas. Mineros. Otro lote de mujeres y hombres que querían bailar reggeaton. Y nosotros, más de gustos “rockeros”, como dijo Francín.
Entre los cambios de cds y dvds se fue mucho tiempo porque no encajaba la música para todos. Nuestro grupo decidió actuar y apenas sonó una canción que nos gustó entramos a la pista a bailar para que no siguieran con el tortuoso zapping.
Era la cuarta copa de vino y los espíritus del cuerpo iniciaron sus contorsiones. Me saqué el breve chaleco que traía puesto y me dejé llevar. Pronto los dos “solos” que estaban en el grupo comenzaron a rodearme y bailamos sin problemas. Francín y Roberto, al lado, seguían la comparsa. Comencé a sentir miradas extrañas, una leve presión visual a mi alrededor. Abrí los ojos y las chicas miraban a sus esposos con cierto enojo mientras ellos me observaban a mi. Me dio rabia. No me importó, continuamos bailando hasta que cambiaron otra vez la música. Las señoras de los mineros me miraban con desprecio en la medida que me soltaba y bailaba donde fuese. Sentí el peso de ir sola a una fiesta en la ciudad. Sobre todo si la fiesta es “con pareja”. Estaba huacha, no hice el par, no construí el par, no vine par. Y alrededor las pirañas sólo querían su presa.

viernes, 12 de enero de 2007

Ángeles Malditos 1

Luego de saciarnos Diego sentenció que me daba vergüenza mi cuerpo. Lo miré extrañada. Tengo un cuerpo bastante aceptable, la biología me ha beneficiado y puedo decir que no necesito dietas para tener la piel y los músculos firmes. Lo miré otra vez con cara de “de qué mierda hablas”. “Te digo vergüenza del cuerpo, esa que nos viene de Adán y Eva cuando perdieron la inocencia”. “Qué?”, le respondí. “Sientes goce al quedarte con tu colaless puesto, o sea, te calienta que no te lo saque, hacerlo con ropa, aunque sea poca”. ¿Y?”. “Nada”. Nunca más hablé con Diego ni lo llamé. Si no entretiene ya no es arte.