martes, 10 de noviembre de 2009

Comemos Peucos

Se acaba de ir mi peuco. Quedé una vez más sola. Esta vez no siento desolación. Se fue. Voló. Los peucos son aves de rapiña. Pero yo como peucos. Varias amigas comen peucos también. Antes éramos sus presas. Los muy jetones volaban en círculos esperando atraparnos. Creo que aún piensan lo mismo. Y comían nuestros corazones lentamente. A picotazos cortos. En carne viva. Nosotras, con el corazón abierto, esperábamos que en algún momento nos miraran a los ojos y se compadecieran. Y nos amaran. O por lo menos supieran que entregar el corazón en carne viva no es cualquier cosa. Pero nada. Ahora vuelan alrededor. Vuelven. Le damos los restos que dejaron otros peucos. Y la rueda sigue. Ellos vuelan. Nosotras, en el suelo, vamos dejando sus plumas en una cajita de música. Les vamos quitando su mirada majestuosa. Con cada jadeo, mordemos sus espíritus. Los vaciamos. Llegará el momento en que no volverán. Y no volarán. Entonces tendremos sus plumas. Una a una. Y dentro de nosotras, el vagar de mil espíritus de peucos intentando volar más allá de nuestros corazones.


lunes, 18 de mayo de 2009

Alternancia en el poder

He estado ocupada. Se nota. El blog padece de polvillo y olor a encierro. Abrí las cortinas y por fin tengo algo que decir. Resumo lo que viene con la palabra libertad. Roberto aún sigue conmigo. Pero no es el único. He ido variando mi vida y mi cuerpo en tres partes. Cada una y cada uno en su justa disposición. En mi perfecta necesidad. Me cansé de intentar encontrar al hombre completo. Yo no soy completa. Puedo decir que no creo en los cisnes. Puedo afirmar que me siento plena y sin remordimientos. Carlos es bastante mayor para mí. Bordea los 70, pero se mantiene muy bien. Su inteligencia y buen humor, cuando logra salir de la forma, son tan seductores que cedí por fin a su lamento. “¿Crees que tengamos alguna posibilidad?”, me decía con sus ojos brillosos, sabiendo que ya ha gastado casi todo lo que le queda de vida. Como si yo fuese la porción sublime para desatar todo lo que no desató antes de mi. Camilo es mi amigo. Mi gran amigo. Los dos tenemos las mismas carencias. Yo no tengo hijos. Él sí. Yo tengo problemas con Roberto y no tenemos proyecto. Él tiene problemas insolubles con Sofía, su esposa, pero jamás dejaría a sus hijas. Nos encontramos en la misma posición. Trabajamos juntos y nos reímos todo el rato. Pensamos continuar nuestro trabajo con nuevos proyectos hasta formar nuestra propia empresa y establecernos con algo seguro económicamente. Roberto nunca se decide a jugársela por algo o por alguien. Carlos se está separando se su señora. Dice que es por él. Ojalá. No sé si lo logre, el peso de la forma lo tira abajo y espera, como dije, que yo desate ese nudo que él ha querido amarrar como un agujero negro durante toda su vida. Camilo y yo viajamos mucho debido a nuestro trabajo. He conocido con él toda la potencia del mar del norte de Chile. Sus paisajes, su comida. Pienso comprar un terreno en alguna caleta del norte y habitarla en tiempos de paz. Roberto no parece entender que lo quiero. Carlos sabe que lo miro con cariño y que lo nuestro es un estado eterno de vacaciones. Camilo está atrapado en su miedo de dejar solas a sus hijas. Más bien en el miedo que Sofía las use para manejarlo. Prefiere el infierno cotidiano a largarse conmigo. Yo los abrazo. Como puedo. Y me consagro a besarlos o tirármelos sin remordimientos. Cada uno en su abismo, cada cual con su inmensa capacidad de amar.