lunes, 15 de enero de 2007

Nones

El sábado fui a una fiesta de enganche. Pablo, un ex de hace mucho festejó un año con su polola. Me dijo que si podía llevara a una amiga porque habrían algunos minos solos.
Llegué bien arreglada como a las 23. Mi amiga tuvo un problema a último minuto Tenía hambre así es que me pareció súper bueno que Pablo no haya escatimado gastos en el cóctel. Creo que fue un gesto bello tanto para los invitados como para su simpática y hermosa polola.
Habían empanaditas de pino, muchos dulces y tutos de ala en una salsa muy sabrosa. Y claro, habían un par de tipos solos, además de una pareja amiga que fue con quienes en definitiva me quedé durante la noche.
Comencé a tomar vino y como a la tercera copa el cuerpo se me movía solo. La música no acompañaba. Habían grupos dentro de la fiesta. Los compañeros de trabajo de Pablo con sus esposas. Mineros. Otro lote de mujeres y hombres que querían bailar reggeaton. Y nosotros, más de gustos “rockeros”, como dijo Francín.
Entre los cambios de cds y dvds se fue mucho tiempo porque no encajaba la música para todos. Nuestro grupo decidió actuar y apenas sonó una canción que nos gustó entramos a la pista a bailar para que no siguieran con el tortuoso zapping.
Era la cuarta copa de vino y los espíritus del cuerpo iniciaron sus contorsiones. Me saqué el breve chaleco que traía puesto y me dejé llevar. Pronto los dos “solos” que estaban en el grupo comenzaron a rodearme y bailamos sin problemas. Francín y Roberto, al lado, seguían la comparsa. Comencé a sentir miradas extrañas, una leve presión visual a mi alrededor. Abrí los ojos y las chicas miraban a sus esposos con cierto enojo mientras ellos me observaban a mi. Me dio rabia. No me importó, continuamos bailando hasta que cambiaron otra vez la música. Las señoras de los mineros me miraban con desprecio en la medida que me soltaba y bailaba donde fuese. Sentí el peso de ir sola a una fiesta en la ciudad. Sobre todo si la fiesta es “con pareja”. Estaba huacha, no hice el par, no construí el par, no vine par. Y alrededor las pirañas sólo querían su presa.

viernes, 12 de enero de 2007

Ángeles Malditos 1

Luego de saciarnos Diego sentenció que me daba vergüenza mi cuerpo. Lo miré extrañada. Tengo un cuerpo bastante aceptable, la biología me ha beneficiado y puedo decir que no necesito dietas para tener la piel y los músculos firmes. Lo miré otra vez con cara de “de qué mierda hablas”. “Te digo vergüenza del cuerpo, esa que nos viene de Adán y Eva cuando perdieron la inocencia”. “Qué?”, le respondí. “Sientes goce al quedarte con tu colaless puesto, o sea, te calienta que no te lo saque, hacerlo con ropa, aunque sea poca”. ¿Y?”. “Nada”. Nunca más hablé con Diego ni lo llamé. Si no entretiene ya no es arte.