jueves, 22 de noviembre de 2007

Juego Sucio


Me vengué con el viejo que iba parado en el pasillo de la micro 14. Nunca viajo en micro pero necesitaba dar un paseo, no estar oprimida en el colectivo. Que hubiese aire mientras viajaba. Al viejo sucio lo reconocí a la primera. Una vez que subió miró en panorámica y se quedó en mis piernas. Hurgando para tratar de ver más arriba de la basta de mi mini de jeans. Yo sé que todos los hombres son calientes. Las mujeres igual. Pero hay un tipo de mirada que más que asustar asquea. Y como mi estúpida pareja me dejó, calenté al viejo para tener el poder por un rato. Dolorosamente. Con la rabia del rechazo. Abrí mis piernas para que se viera lo justo. Quizá el color de mi colaless. Pero en la mayor parte sólo sombras. Me corría un poco hacia adentro del pasillo, buscando con mis piernas las piernas del pasajero de la ventana. Y el viejo se corría para seguir sobajeando sus ojos conmigo. Entonces recordaba los ojos de Roberto y esa ternura pérdida que me llamó la atención. Me molestó reconocerlo. Y seguí provocando al viejo que con una mano se sostenía de la barra del techo de la micro y con la otra se tapaba la erección aumentando el bulto de su bolsillo izquierdo. Una sensación de vacío me hizo comprender que no podría vivir así. Odiando. Seca por fuera y por dentro. Una vez nos masturbamos con Roberto desde el chat, a pura imaginación, como debe ser. Las palabras nos mojaban y en cada tecleo más me sentía conectada. Como si fuese una contradicción hermosa. Pero estoy pasando la esquina donde debo bajarme. Me paro bruscamente. El viejo se asusta porque lo miro a los ojos. No sé qué le digo con la mirada. Saca su mano del pantalón y se pone rojo. Esbozo una sonrisa y bajo de la micro. Vacía. Como subí.