martes, 10 de noviembre de 2009

Comemos Peucos

Se acaba de ir mi peuco. Quedé una vez más sola. Esta vez no siento desolación. Se fue. Voló. Los peucos son aves de rapiña. Pero yo como peucos. Varias amigas comen peucos también. Antes éramos sus presas. Los muy jetones volaban en círculos esperando atraparnos. Creo que aún piensan lo mismo. Y comían nuestros corazones lentamente. A picotazos cortos. En carne viva. Nosotras, con el corazón abierto, esperábamos que en algún momento nos miraran a los ojos y se compadecieran. Y nos amaran. O por lo menos supieran que entregar el corazón en carne viva no es cualquier cosa. Pero nada. Ahora vuelan alrededor. Vuelven. Le damos los restos que dejaron otros peucos. Y la rueda sigue. Ellos vuelan. Nosotras, en el suelo, vamos dejando sus plumas en una cajita de música. Les vamos quitando su mirada majestuosa. Con cada jadeo, mordemos sus espíritus. Los vaciamos. Llegará el momento en que no volverán. Y no volarán. Entonces tendremos sus plumas. Una a una. Y dentro de nosotras, el vagar de mil espíritus de peucos intentando volar más allá de nuestros corazones.