miércoles, 29 de noviembre de 2006

Una ducha amarga


Había despertado tarde. Eran cerca de las 12 del día y el sol hacía picar la cabeza. El calor y las ventanas cerradas humedecieron todos los bordes, todos los lugares de la cabaña. La anterior había sido una noche normal. Un mariscal, vino blanco y la compañía de un hombre mayor. Después de pasar un rato juntos, el se fue para irse con su mujer e hijos. En el fondo la cabaña era de su propiedad y ahí es donde pasó su último año nuevo con su familia. Me metí en su vida en una noche de salsa y ron. Puedo agregar que tengo el cuerpo duro. Me invitó a su casa de playa y no me movi más. Su mujer no sabe. Es casi mediodía y su mujer sale de compras al mall, vitrinea sola, triste como aceptando su destino de mierda. A las 12.30 horas me levanto, después tomo sol y espero a mi hombre para cenar. Así es todos los días, es una cuestión de plata.

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